El pasado viernes 31 de Diciembre llegué, a través de Narcís que retwiteó a Jorge Galindo, al post de Javi, Desmontando la cultura libre.
Me guardé el enlace porque parecía interesante y bien valía la espera… aunque tenía planeado publicarla antes. Luego se me fue la mano y me ha quedado una cosa algo larga, que dividiré en 2 partes.
Para empezar, contexto.
- Uno de los conceptos base de la Cultura Libre® es lo de no decidas por mí, aplicado a editores, productores y demás auto-nombrados guardianes de la cultura.
- Creo en la equidad, no en la igualdad (y mucho menos en que unos sean más iguales que otros), y…
- …el libre mercado es aquel en que, partiendo de situaciones similares, todos tienen la oportunidad de tirar adelante en una competición libre. Por lo tanto…
- …aunque gracias a Internet, todos tengamos la oportunidad de ser autores, uno o ninguno se forrará la casa con billetes de 500€, algunos tendrán cierto éxito y la enorme mayoría se quedarán igual.
- Creo en la propiedad, pero tengo mis dudas sobre la propiedad intelectual. Al menos en su definición actual.
- Publico mis opiniones, comentarios y visiones sobre contenidos de terceros, así como mis contenidos propios, usando licencias libres (incluyendo el Dominio Público) desde 2004.
- Free as in freedom, or as is free beer?
En el artículo de La Cosa Pública se van desgranando los típicos tópicos de la Cultura Libre, así que haré el camino inverso.
Sobre el Libre intercambio de información, personalmente no comparto la visión que aparece en el artículo. En todo caso, si que sería interesante hablar sobre las participación de dinero público en la producción cultural, como por ejemplo las subvenciones al mundo del cine.
No creo que sea plan de exigir que toda peli producida con dinero del estado sea gratis, pero si una película recibe dinero que venga de los contribuyentes, ¿no sería lógico que dichos contribuyentes tuvieran un descuento igual al porcentaje de la subvención? Ahí lo dejo.
El segundo punto, el de los derechos adquiridos o retirados, es el que tiene más chicha. Tras unas cuantas vueltas por el mundo de las licencias libres, empezando por la GNU-FDL, la nota de copyright que usa Stallman, Creative Commons y el Dominio Público devolucionista, actualmente éste blog se publica bajo CC Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual.
¿Qué significa ésto? Pues que aquí el nene es el autor, y que cualquiera puede copiar, distribuir y transmitir (e incluso leer) lo que aquí escribo, siempre y cuando respete mi autoría (me señale como autor), no haga un uso comercial (no se apropie ni saque dinero de mi humilde trabajo) y lo haga manteniendo una licencia igual a ésta (concepto de licencia vírica), y lo puede hacer sin pedirme tan siquiera permiso.
Obviamente, las tres restricciones pueden eliminarse en el caso que alguien me escriba a mi y me de argumentos suficientes para hacerlo.
He marcado tres cosas en negrita:
incluso leer: dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. Y la confirmación del refrán es que existen libros que, para poder leerlos, necesitas pedir permiso… ¡al editor! Las notas de copyright han sobre-evolucionado hasta llegar a ser la cosa más tremenda y complicada que existe en el interior de la mayoría de libros. Desde que encontré dicha nota, las colecciono. Hay muy pocas iguales.
sin pedirme tan siquiera permiso: las mismas notas de copyright que acabo de comentar, impiden legalmente cualquier uso del texto a menos que se reciba permiso por escrito… ¡del editor! No es así en las licencias CC, e imagino que tampoco en las Coloriuris (las conozco pero no las investigué).
me escriba a mi: en los dos puntos anteriores, el lector avezado se habrá percatado que, en todo caso, siempre hay que escribir al editor. En el mundo editorial, musical y en todo el espectro cultural, o de la Industria de la Cultura, los editores, productores y demás intermediarios guardan celosamente la ventaja de gestionar los derechos de sus escritores, músicos, cantantes, etc… La gestión de esos derechos proporciona una ventaja incalculable, tanto que puede significar que un trabajo se publique o que se quede en un cajón por decisión del guardián de la puerta. Que se lo pregunten a Douglas Rushkoff, cuyo ensayo Ciberia, la vida en las trincheras del ciberespacio, estuvo en un cajón de estos desde 1992 a 1994, ya que según palabras del editor, “esto del Internet y el correo electrónico no tiene ningún futuro”.
Bien cierto que nadie puede decidir por el autor. Así que, ¿qué pasa con tanto gestor cultural que decide qué se publica y qué no, o que decide quién es autor y quién no lo es? Algunos lo tenemos bastante claro, pero hay quien no y defiende a capa y espada a los mismos que deciden por ellos (y de paso se quedan con un buen pellizquito de lo que ganen). La mayoría son autores de betselers, grandes autores que no necesitan la ventaja que comentaba Doctorow en el enlace anterior.
Pero la red proporciona a los pequeños autores, la inmensa mayoría, la misma oportunidad que hubiera sido en su época tener una imprenta de caracteres móviles en casa… pero sin ocupar todo el salón ni los gastos de tinta, papel ni nada. Basta un ordenador portátil, un teléfono móvil y un cable que los una, y los intermediarios tienen bastantes números para saltar por los aires.
En el punto de las supersticiones, Javier y yo volvemos a coincidir. No creo en supersticiones, pero no es lo mismo Cultura que Bagage Cultural. Y si, la cultura y el patrimonio cultural son patrimonio de la humanidad, y hay que protegerlos. Lo que no significa “todo vale“, en ninguno de los sentidos. Ni todo tiene que ser gratis, ni tienen que haber subsidios, subvenciones ni cánones culturales ni tarifas planas para pagar el sustento a los artistas.
Soy de los que tienen la mala costumbre de vivir de su trabajo. Y creo que todos deberíamos hacerlo. Incluso Los Artistas (los de verdad y los faranduleros, aquellos de palmadas en el hombro a la voz de “que pasa, ¡artista!”).
¿Que tu trabajo artístico no te da para vivir? Bienvenido al mundo real amigo. Es hora de hacer turnos dobles en curros de mierda, como el 80% de la población mundial.
En el siguiente punto, trabajo y derechos, estoy casi de acuerdo. Y digo casi, porque creo en la creatividad. Si, hay mucho cacareador / repetidor, y también muchos guruses de los que hablan horas y horas sin decir nada. Pero oye, les funciona.
La cultura del copypaste tiene su rollo. Y para copiar y pegar cosas muy diferentes y que el resultado sea cuando menos interesante, hay que tener creatividad. Y la creatividad, como la realidad, existe.
Y como dije en su día en el artículo enlazado, la propiedad intelectual, si existe, la puede proteger el autor mismo, decidiendo qué uso se le da a su trabajo. Todo lo demás es un residuo artificial, creado por algunos abogados que quieren ganar dinero a costa del trabajo de la creatividad ajena.
Y para proteger y difundir, siguiendo con los puntos de Javier, existe toda una constelación de licencias y contra-licencias más o menos libres, más o menos víricas. Pero claro, ¿quien asegura que lo que escribo en este blog es obra mía? Y de ese mismo modo ¿quien asegura que lo que escribe Pérez-Reverte lo escribe él? Oh, ¡blasfemia! Pues no tanto.
Por qué tiene más credibilidad una persona que otra, ¿por haber vendido más libros? ¿Por tener la barba más frondosa? ¿El pelo más largo? ¿El culo más o menos peludo? Se podrían poner todas las opciones posibles del universo, más o menos arbitrarias, para decidir quién tiene más razón o menos en el momento de asegurar que alguien ha escrito algo. Es un simple hecho de confiar en la palabra de uno o de otro, y ambas palabras valen exactamente lo mismo.
Pero como mi barba es mucho más frondosa, en este caso concreto gano yo, que para eso escribo en mi blog. Y punto.
Y mañana más.

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