Ayer leí un post que me hizo recuperar las ganas de escribir… aunque solo sea por un ratito.
Juan Pina hablaba sobre los procesos de re-centralización que se están llevando a cabo por parte de los grandes nodos centrales y centralizadores, con el más grande de ellos a la cabeza: la figura del Estado.
Como bien dice, Internet ha proporcionado un sustrato ideal para distribuir las redes sociales que, hasta hace años, consistían en grupos más o menos grandes, más o menos cerrados. Grupos de amigos o conocidos que se enlazaban unos entre otros mediante una o dos personas. Pero la capacidad actual de poder interactuar con cualquier otro nodo, no significa que, finalmente, se haga. La verdad, es la primera vez que oigo esto y me encanta… ya que no puedo evitar hacer la comparación con los tan cacareados “derechos”… tener derecho a algo no implica ejercerlo por que si, ya que entonces deja de ser un derecho y se transforma en “imposición”… véanse derechos a sufragio o a huelga y la reacción que provocamos aquellos, que a veces, nos negamos a ejercerlos: somos unos insolidarios… pero esto es para otro artículo ya que si no me voy por las ramas.
Volviendo al tema, Pina comenta que la red distribuida está haciendo que el cambio de modelo en los sectores donde los nodos centralizantes, porteros o cuellos de botella, se hicieron su negocio particular solamente podría evitarse con una recentralización tan grande que necesitaría un Estado policial. Y precisamente es lo que está ocurriendo.
Con las legislaciones como DMCA y ACTA, exportadas hacia Hadopi, Sustainable Economy Bill, Ley de Economía Sostenible y lo que se tercie, se establecen nuevos cuellos de botella. Y de un modo perverso. Ya no es el autor quien dice que algo es ‘autentico’, que un contenido es ‘legítimo’. Ahora, quien da fe de la autenticidad de algo es un prestador de servicio (Youtube o cualquier operadora de telecomunicaciones) a instancias de los usuarios, que se ven ‘animados a informar y delatar‘ del ‘contenido ilegal’ que encuentren por la red: todo es ilegal a menos que se demuestre que proviene del canal adecuado o autorizado.
Y si por si las acciones coercitivas del prestador de servicio no fueran suficientes, ya se encargarán los ‘organos administrativos competentes’, comisiones creadas por y para los grandes conglomerados del ocio y el entretenimiento, formadas en gran parte por afines a, lobistas de, o directamente, personal de los mismos conglomerados.
Podríamos volver con W. Benjamin y la teoría de la copia en la edad moderna, pero las copias digitales gratuitas ayudan a vender copias físicas, mientras que todos los esfuerzos por evitar esas ‘copias no autorizadas’ no hacen más que aumentar precios y disminuir ventas.
Pero una cosa es la ‘distribución’, y otra cosa es la ‘producción’. La gran red distribuida, Internet, permite tecnológicamente que cualquier persona con acceso a herramientas básicas y baratas pueda convertirse en productor, pero eso no significa que todos vayan a hacerlo. Y tampoco que todos los que lo intenten lo consigan.
Internet asesta también un golpe brutal a los intermediarios de la producción, que se afanan por su lado a tachar de ‘intrusistas’ a los que hasta ahora eran considerados ‘amateurs’, aún parasitando y asfixiando algunos de los medios de sustrato que se usaban para la promoción (ejemplo MySpace en el artículo enlazado).
Los grandes intermediarios tienen su tiempo contado. Algunos parece que lo saben, pero la inmensa mayoría no. O lo sabe pero le da igual, ya que sus esfuerzos no van por la vía de trabajar si no por la de asegurarse nuevos monopolios y privilegios mediante, oh sielos, la intervención del Estado, ese gran ‘amigo’, que primero fuerza a sus ciudadanos a delinquir para luego acusarles de robo. Curiosamente, eso ha creado todo un ecosistema de parásitos más pequeños que se dedican a abusar de este sistema perverso, en el que la mayoría de casos son filtraciones ‘desde dentro’, sacando una más que jugosa tajada.
Cabe recordar que los grandes conglomerados actuales son herederos directos del mercantilismo de algunos gremios. Por muy bonito que parezca o que se pinte, el gremialismo siempre fue un tipo de monopolio que se preocupaba, y mucho, por los privilegios de sus asociados y por obtener derechos exclusivos de comercialización.
Como cualquier red con nodos centralizadores, cuantos más agremiados, y por consiguiente más peso tenía la red, más influencia podía ejercer ante el poder, y más privilegios conseguía, mediante el chantaje.
Los gremios no ‘traspasaron’ poder de los príncipes y reyes hacia El Pueblo. Se dedicaron a chantajearles, como prestamistas y financiadores directos. Si no se favorecían sus intereses, se acababan los maravedíes para bodas, bautizos, comuniones y la guerra de turno.
Ahora, por el contrario, lo que si está renaciendo son las transacciones directas. Los ‘consumidores’ hablan directamente con los ‘productores’, que ofrecen por un lado sus productos finales, y por otro las instrucciones sobre cómo hacerlos. Por su lado, los ‘consumidores’ aportan sus ideas a los ‘productores’, que luego pueden aplicarlas, creando así un tejido, que no comunidad, aún más tupido. ¿A quien no le gustaría mandarle un correo electrónico a su autor favorito para que escribiera sobre un tema concreto… y que lo hiciera? Ya está pasando.
Caen las torres de marfil, y todo el mundo puede hablar con todo el mundo, creando un mercado en el que cada día aparecen nuevas formas de economía y medios de pago: desde Bitcoin a Flattr, pasando por los ya establecidos PayPal, WebMoney o MoneyBookers, o los sistemas de intermediación entre divisas electronicas susceptibles de fraude, como Liberty Reserve.
Pero al final, si algo tiene valor o no lo deciden todas las partes del trato de forma directa: algo que tenga cierto valor para todos, y algo en que todos confien. Metales nobles, piedras, conchas marinas o papelitos de colores. Si ofrezco algo que para el otro no tiene ningún valor, no me queda otra que modificar mi oferta.
La oferta de nuevas economías digitales asusta de lo amplia que es, y de lo que crece día a día, aún volviendo a patrones estables como el oro, pero mediante sistemas electrónicos de compra, venta, intercambio tanto de bienes como de ‘divisas electrónicas’ (que serán objeto de un artículo a parte un día de estos).
Y esto nos acerca también a un lugar donde incluso los Bancos Centrales, otros grandes, enormerrimos intermediarios, pueden ver su fin en un futuro no demasiado lejano. Si un grupo suficientemente grande decide que los papelitos de colores con números ya no tiene ningún valor para ellos… ¿para qué servirá un ente abstracto que se dedica a imprimir papelitos que ya nadie usa? Recordemos que los papelitos se usan porque, al final, queremos usarlos y nos es cómodo.
Pero todo esto puede quedar en agua de borrajas si los que tienen capacidad, neo-gremios o mega-corps junto con su amigo Estado, al que llevan parasitando y corrompiendo desde hace siglos, quieren hacernos regresar mediante un falso velo de progreso a la epoca en que para cruzar un puente debías pagar un impuesto… y curiosamente alguien había destruido todos los puentes excepto el suyo.
Resulta más que simbólico que el presidente de la empresa que monopoliza la señal de la TDT y muchas otras infraestructuras básicas sea también el presidente del Consejo Asesor para la Reactivación Económica y el Crecimiento en Catalunya…
Cuando la Menistra Sinde hablaba de cambios en la forma de consumir Internet, nos echamos a temblar. Ahora se confirman ‘las predicciones’. Aún cuando la capacidad técnica lo permite, los puentes van a seguir destruyendose en pos de un progreso hacia ninguna parte o, como mucho (y muy malo), hacia las ‘telepantallas’ que Orwell retrata de forma visionaria en 1984. Ahora dan bazofia, pero en el futuro podrían dar (aún más) propaganda.
Pero otra vez surgen iniciativas espontáneas, constructores de puentes, originalmente conocidos como pontifices, que demuestran una y otra vez que los viejos monopolios mercantilistas tienen su tiempo contado. Y también cabe, al menos, desconfiar de las nuevas ‘-cracias’ y las demás raíces del “kratos”. Cuando uno tiene poder, no duda en ejercerlo para propio beneficio, pudiendo llegar a constituirse, otra vez, nuevos cuellos de botella. Un ejemplo claro lo tenemos en los “curators“, nuevos nodos centrales que ‘pontifican’ sobre un u otro contenido, validándolo o ignorándolo. Y me refiero a pontificar en el sentido más peyorativo de la palabra, como interpretadores de la voluntad única divina en forma de fatwas.
Diversidad significa multitud de opciones, exaltación de la diferencia, no que haya diversas personas pensando exactamente lo mismo.
La libertad que trae Internet es la de convertirnos en nuestros propios ‘curators’, a la capacidad de poder contrastar los datos y decidir, bajo nuestra sola capacidad y responsabilidad, qué es apropiado y qué no, qué nos gusta y qué no nos gusta, cuando nos gusta y cuando queremos cogerlo o cuando queremos deshecharlo.
Convertir a todo el mundo en delincuente es el paso previo al paraíso totalitario. Pero mientras estén los que construyen puentes y enlaces, habrá futuro.
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