Joaquín Luna y la tortura

Que Joaquín Luna es un picha-pasá no es noticia. Lo demuestra en cada ocasión que le llega. Por norma general, las opiniones de cualquier picha-pasá pueden —y deben— ignorarse, ya que al no tener ninguna base sólida de cualquier tipo, suelen desmoronarse rápidamente. No es el caso en su columna del sábado 4 de febrero, titulada “La vida sexual y la justicia”, en la que achaca de “ridiculez ideológica” las denuncias interpuestas por mujeres que mantuvieron relaciones sexo-afectivas con un policía infiltrado, estando él en el ejercicio de sus funciones. La ridiculez, para Luna, se deriva en que:

  • las denunciantes aducen tortura
  • las denunciantes, aunque engañadas, consintieron

Luna tiene los cojones de quejarse, encima, del “flaco favor que le hacen las denunciantes a las mujeres violadas”. A Luna, y a su picha-pasadismo, le “inquieta que los tribunales de Barcelona den la razón a las demandantes y sienten jurisprudencia”… Bien. A mí, y a cualquier persona en su sano juicio, debería cuando menos preocuparle que el Estado ordene a sus trabajadores que mantengan relaciones sexuales y afectivas para investigar a ciudadanos. Y, peor aún, ordenar a policías que mantengan relaciones sexuales con A para investigar mejor a B.

A ver si logro decirlo bien y que se me entienda: no todo vale. Incluso en la lucha antiterrorista, no todo vale. Y eso incluye prácticas tan fuertes como ordenar a funcionarios mantener relaciones sexuales con ciudadanos que no están siendo investigados por ningún delito. Y si lo estuvieran siendo, tampoco estaría justificado. Y sí, Joaquín. Es tortura. ¿Por qué? Por varias razones. La más importante, es que el policía estaba en el ejercicio de sus funciones. Es decir, que actuaba en nombre y en representación del Estado. Y esto, señores, señoros y picha-pasás, es de las cosas más graves desde los GAL.

Lo voy a repetir: el Estado no puede cruzar ciertas líneas en la investigación de los delitos. Si la conocida como “ley de la patada en la puerta” nos protege, a todos, de la acción indiscriminada de la policía y garantiza la inviolabilidad de nuestra casa, nuestros cuerpos —si, señoros, los suyos también— deben estar también protegidos contra la acción arbitraria del Estado.

La Constitución Española, aquello que tantos dicen adorar, muy pocos han leído, y aún menos comprenden –y menos aún se creen–, dice en su artículo 10.1 que “la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”.

El artículo 15 establece el derecho a la integridad física y moral y prohíbe la tortura y los “tratos degradantes”. 

El artículo 16 garantiza la libertad “sin más limitación que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”.

El artículo 17 garantiza el derecho a la libertad y a la seguridad.

El artículo 18 garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar.

Y quizá el más importante, y por eso aparece antes, el artículo 9.1 establece que los poderes públicos están sujetos al ordenamiento jurídico. Es decir, que el Estado y todos sus funcionarios están sujetos a la ley. ¡Sorpresa!

Queridos Luna y todo el resto de la caterva de picha-pasás y ranciedades variadas. El tema no es si hubo consentimiento. De hecho, ¡es irrelevante! El Estado no puede follarse a los ciudadanos sin que sepan que es el Estado quien se los está follando, y la razón por la que lo hace. Lo digo así para que se entienda fácil y rápido. No puede hacerlo, y no hay discusión. Porque hacerlo atenta contra todo principio democrático y del Estado de Derecho. Y además, la situación debería levantar muchas preguntas sobre aquellos que, supuestamente, trabajan para protegernos.

No es el consentimiento, pedazo de cabestros. Es la confianza necesaria para salir a la calle tranquilos, sin tener que preocuparte de estar pensando en si aquel o aquella con quien te acostaste ayer, pueda ser un inspector o inspectora de hacienda investigándote por aquel IVA que no declaraste hace dos trimestres.

Es la confianza básica necesaria de saber que los funcionarios y agentes de policía que deben velar por nuestra seguridad no son personas que ni tan solo cuestionan órdenes de tal bajeza moral, ética y legal como follarse a alguien para conseguir información en una investigación.

Es la confianza básica necesaria para mantener un orden social sano y libre para todos, Joaquín. Y también habría que dudar que esto sea del todo legal. Pero para eso están los jueces. Para dictaminar si las acciones, también las del Estado, son legales, y así establecer jurisprudencia. Porque las cosas no son legales simplemente porque las haga el Estado, Joaquín. Eso es lo que decía Nixon. Y mira como terminó. 

De esta forma tendremos un poco más de garantías de vivir en un país en el que el Estado no se folla a sus ciudadanos cuando le da la gana.

Carta al defensor del lector de La Vanguardia, 12 de febrer de 2023

Carta enviada per correu electrònic al “defensor del lector” del diari La Vanguardia el diumenge 12 de febrer.

El passat 10 de gener vaig enviar una carta al director, com a resposta a diferents columnes i editorials de l’edició impresa del mateix dia, en què el director i diferents periodistes alimenten el relat, totalment fals, d’una possible impugnació dels resultats electorals.El text de la carta és el següent:

El recuento electoral, en España, se realiza a mano por parte de los miembros de cada mesa, con la participación de los secretarios municipales, los interventores y los apoderados de los partidos. A dicho recuento puede asistir cualquier ciudadano que así lo quiera, simplemente estando en el colegio electoral al cierre del mismo. Por tanto, y a diferencia de aquellos países en que tanto la votación como el el recuento se hace a través de diferente métodos mecánicos, en España es virtualmente imposible un amaño de los resultados.

Tanto el director de éste periódico como varios especialistas llevan días alimentando el relato de la impugnación, diciendo que hay partidos que van a pedirlo. Hacer eso sin contar como funciona el recuento, es decir omitiendo deliberadament información, les hace igualmente culpables de la situación a la que ellos mismos tanto dicen temer llegar.

Addicionalment, aquests dies he estat seguint les diferents cròniques del corresponsal a Londres, i he descobert que s’escriuen d’acord amb el que publica el diari local The Times of London. Els dos casos més sorprenents van ser els de dilluns 16 de gener, en què el corresponsal «citava» —cal llegir-ho amb una gran dosi de sarcasme— directament conceptes d’una notícia a doble pàgina a l’edició dominical del Times; junt amb el d’avui mateix, 12 de febrer, en el qual a la pàgina 12 apareix una mena de perfil del nou vicepresident del Partit Conservador, on se citen, de nou, frases gairebé literals de l’edició del The Times d’ahir dissabte 11 de febrer (pàgina 8).

Trobo bastant trist que un corresponsal es dediqui a adaptar texts de la premsa de Londres. No només per la manca d’integritat que representa, sinó que, al final, segueix la línia editorial d’un altre diari per al qual no treballa. A més del fet que el que pugui ser notícia per a The Times, pot ser irrellevant per als lectors de La Vanguardia. Tenint en compte l’editorial del director d’avui, en la qual parla de la qualitat del contingut de la versió de pagament, veure que part d’aquest contingut són adaptacions d’altres diaris va una mica de vergonya.

Per tot això, i a més d’enviar aquesta carta al defensor del lector, els envio, també, un petit Curriculum Vitae on podran veure les meves capacitats per cobrir la corresponsalia a Londres sense cap problema. Si no creuen adient substituir l’actual corresponsal, els prego que em tinguin en compte per a publicacions, esporàdiques o fixes. A part de poder adaptar notícies de la premsa estrangera, al CV podran comprovar la meva capacitat per escriure peces originals amb una certa qualitat.

Atentament,

Arnau Fuentes, subscriptor.

Reflexions dins un tub d’acer

Hi ha poques coses més provincianes que queixar-se del provincianisme aliè. De fet, voler significar-se i diferenciar-se de la resta és una de les coses més humanes que existeixen.

En l’era de la globalització i el turisme, ja no de masses, ni tan sols d’Instagram, sinó d’anar a comprar loteria de Nadal —a Doña Manolita o a La Bruixa d’Or—, pensar-se diferent, extraordinari, és no tenir les coses clares.

Ens pot continuar fascinant la forma en què hom es confon en seure als seients numerats, assignats prèviament, i en les absurdes corredisses per entrar o sortir del tub d’acer en el qual es viatgi, vagi amb rodes o amb aire calent.

Podrem presumir més o menys de seients amples, o queixar-nos de ser tractats com animalons. Podrem dormir en un cubicle de 6×6 metres i un llit tronat, o que ens pugin les maletes a una habitació on no sentirem les destreses amatòries dels veïns, ni ells les nostres.

Tindrem les nostres prioritats, que ens portaran a preferir horaris psicodèlics, o sortir i arribar a hores de persona. I aquestes prioritats vindran determinades per factors com l’edat, els calés o el grau d’incomoditat disposat a aguantar.

Tots farem el mateix: viatjar dins un tub metàl·lic, i dormir en un llit que no és el nostre. La diferència és que comença a ser hora de tenir clar que tots volem el mateix, i que això ens iguala a tots per sota, sigui quina sigui la franja en la qual ens movem.

Al final, la cosa realment significativa, revolucionària si cal, serà renunciar a sortir de casa i no anar enlloc més que a comprar, a la feina, i a tota aquella activitat imprescindible per la vida biològica.

Fins i tot així, continuarem buscant noves formes de dir a tothom que no som com ells, que som diferents. Que som més llestos, que sabem coses que ells no saben, i que fem coses que ells no poden fer. I els altres també.

La cosina de la Bandini i les relacions humanes

A la columna de Quim Monzó a La Vanguardia del 6 de desembre, l’autor intenta fer una nova reprensió a les generacions joves, sobre la seva cultura de la queixa perpètua. En la meva opinió, no és un article encertat. No sé si dic això perquè vaig gaudir de la contraportada d’El País de tres dies abans, on s’entrevistava a la cosina de Rigoberta Bandini —de la qual ni en recordo el nom, i per intranscendent ni el buscaré—, que es queixava perquè era molt difícil relacionar-se amb els homes i amb el sexe.

Quim Monzó escrivint a La Vanguardia. Recreació gràfica.

I té raó. També té raó quan diu que els homes de la seva generació tenen unes expectatives sobre el sexe basades, si no totalment en gran part, amb la pornografia. Jo afegiria que gairebé sempre ha estat així. La diferència és que la meva generació ha sigut la darrera —o de les darreres— en haver de sortir de casa per obtenir porno.

Ja visquessis a poble o a ciutat, no anaves a la papereria prop de casa, perquè tothom et coneixia. El descobriment del porno venia amb les excursions, amb els viatges que permetien intentar colar-se a la part del darrere d’un videoclub, o en un quiosc. És a dir, que a la meva generació, el porno ens va influir justet en el descobriment del sexe. Vam haver d’enfrontar-nos al cos de l’altre sense gaire idea —però molta més que els nostres pares, i sobretot àvies—.

Plantar-se davant d’algú, despullat, no és gens fàcil. I si a sobres no saps el que vols, encara és més complicat establir una relació, tinguis divuit anys, vint-i-cinc o quaranta. El temps i les errades aporten experiència, i ajuden no només a saber què vols, sinó sobretot, allò que NO vols. Ah, i anar a teràpia també ajuda. He de dir que a mi em va anar molt bé.

Ja fa anys, però, que tenim porno disponible les 24 hores dels 7 dies de la setmana, els 365 dies a l’any. Al podcast d’Extremo Centro en van fer un capítol on se’n parla molt i mol bé, del tema. Però pel que fa a aquest text, entenc que els homes joves tinguin un cacau impressionant al cap pel que fa a les preferències sexuals. Sobretot, perquè són preferències que venen determinades pel mercat de la pornografia a Internet, que és un dels mercats que mouen més diners de tot el món. Un mercat que no entén res més que aquests diners, i que treballa per multiplicar-los. Com en tots els sectors, se’ns dirà que l’oferta hi és perquè hi ha una demanda. Això és l’èxit més gran de la ciència mercadotècnica, i una mentida sideral. En el millor cas possible, ens trobaríem davant del dilema entre l’ou i la gallina.

Per tant, i per no semblar un home vell cridant als núvols, com en Monzó, us dic, dones joves, que el món de les relacions humanes és complicat, i a vegades una merda. Però no és novetat. No sou pioneres en trobar, i superar, aquesta mena de dificultats. La literatura i el cinema van plens, des de fa segles, d’exemples del pas de l’infantesa a l’edat adulta. I és maco i necessari que sigui així. Quan no ho sigui, voldrà dir que els humans ja integrem massa experiències del passat, dels qui ens han precedit, en néixer, i ens hem, o estem, tornat més màquines: del «ja sé kungfu» de Matrix a «ja sé follar bé», quin horror!

I vosaltres, homes joves, deixeu de pensar en què el món real és allò que hi ha al porno d’Internet. Parleu amb les vostres parelles, pregunteu-los, i sobretot, sigueu vosaltres mateixos. Quan sou vosaltres mateixos i actueu des del vostre cor, poques vegades podreu fallar. I si falleu, és normal. Apreneu. Sapigueu que en aquesta vida:

  • Fareu mal.
  • Us faran mal

I que això forma part de la vida normal, i que ho heu d’integrar, però no deixeu que us dexineixi. I també forma part de no ser un psicòpata. Homes joves, no sigueu psicòpates. Si us plau.

Ja per acabar, el millor d’aquella contraportada d’El País va ser la columna de Savater, titulada «Quejas». Sublim…

Desresponsabilización

Escribo estas notas a raíz del artículo «La unificación de doctrina del supremo solo afectará a una parte menor de los casos», sobre la famosa ley «solo sí es sí», publicado en El País el 19 de noviembre de 2022.

A menudo, cuando vemos que alguien va a cometer un error, o que puede causar algún perjuicio, ya sea a ellos mismos o a terceros, pensamos que es mejor no intervenir, que «así aprenderá». Esta des responsabilización es, en ocasiones, peligrosa.

Bajo la falsa premisa de «como a mí no me afecta, no voy a decir nada» se dejan pasar atrocidades. La (pen)última, la ley conocida como «solo sí es sí», que tras su aprobación, ha empezado a activar el circuito de solicitudes de revisión de penas, previsto en nuestro sistema legal.

Las leyes tienen un proceso de redacción, debate y aprobación, y es así por algo. Se ha escrito mucho y muy bien sobre todo lo que ha fallado en este proceso legislativo. Pero hoy quiero —y deberíamos todos— incidir en una salvaguarda importante que ha fallado: la responsabilidad.

La ley del solo sí es sí se ha hecho por parte de una serie de personas que, se está demostrando, son totalmente ineptas para ejercer cualquier cargo de una mínima responsabilidad pública. Y no porque no comparta sus postulados políticos, sino porque tras la entrada en vigor de dicha ley, España es un lugar menos seguro para todos. Violadores confesos están viendo como se les rebaja la pena de prisión, y los que están en ciernes verán como desaparecen los alicientes para no abusar sexualmente de mujeres. Si van a poder irse de rositas, ¿para qué cortarse?

Cuando alguien promueve cambios de este calado de forma no habitual, con procedimientos abreviados y sin consultar cómo van a aplicarse los cambios y como van a afectar estos a las condenas firmes, se le tiene que frenar y corregir. No sirve el «así aprenderá, pegándose una hostia». Porque en casos como este, quien se va a pegar la hostia, somos nosotros, como sociedad. Y como sociedad, no podemos permitirnos pegarnos este tipo de batacazos.

Por esto no pueden permitirse estos cambios por el método abreviado, sin un debate a fondo de todo lo que conlleva el cambio. Pero igual de deleznable ha sido la actitud pasiva del Gobierno, del que cada día hay que sospechar más que no ha actuado con toda la buena fe que se le debería suponer, y que ha permitido llegar a esta situación, porque beneficia al partido, ya que «así se pegan ellos la hostia».

La irresponsabilidad, en este caso, no existe. Los políticos deberían dejar de querer ser como Su Majestad, que no mantiene ninguna responsabilidad por sus actos, y comportarse como lo que son. Ciudadanos normales con un cargo público, a los que se ha elegido para liderar el país y tomar decisiones y que, por tanto, tienen un nivel de responsabilidad muy superior al resto de nosotros. Y nosotros deberíamos responsabilizarnos también de nuestras decisiones, y responsabilizar al legislador por las suyas, cuando toque. Cuando alguien, cualquiera, hace las cosas mal, se le reprende. A los señores y señores diputados, los primeros.

Como aprovecharse del sentimiento de culpa: adoptaunabuelo.com

Hace cosa de un año o dos descubrí una iniciativa que me encantó. Diferentes residencias y casas de ancianos se coordinaron para ponerse en contacto con gente variada, sin relación previa con ellos, para que estas mandaran cartas y postales a los residentes.

Una iba a la web del proyecto, y veía una lista con los mayores y algunos de sus temas preferidos —programas de televisión, o que comida les gustaba… cosas sencillísimas—, para así poder entablar una correspondencia.

Esa iniciativa se lanzó en Estados Unidos de América, y por el momento no encontré nada parecido en España para acompañar a esos mayores que viven en residencias y en casas que, por muy asistidas que estén, la vida allí no debe ser muy agradable. Hasta hace poco pasaba por delante de una residencia en mi camino a casa, y solo con verles «aparcados» en el salón, se me partía el alma.

Y justamente alma es lo que no tienen en adoptaunabuelo.com, una web que me ha descubierto mi esposa. La primera impresión es pensar «¡por fin!», pero cuando empiezan a pedir datos y tienes que poner tu mensaje en un formulario web, empiezan a saltar las alarmas.

Pero es que cuando ya has puesto el correo electrónico, el teléfono, la localidad de residencia y los idiomas que hablas, la web te lleva a una página en la que te piden una aportación económica mínima, anual (50 €) o mensual (5 €). Con eso, te dicen, ayudarás a que «el servicio sea gratuito para los abuelos». Como si encima de estar solo, tuvieras que pagar para recibir un mensaje en un formulario web.

Seguramente, esto que acabo de describir no constituya ningún tipo de delito ni de estafa, pero aprovecharse de personas mayores solas para sacar dinero a quien quiere colaborar para mitigar esa soledad, es de una bajeza moral considerable.

Política irresponsable

A menudo, cuando vemos que alguien va a hacer alguna cosa errónea, o que puede causar perjuicios, ya sea a quien va a realizar esa acción o bien a terceros, pensamos que es mejor no intervenir, ya que «así aprenderá». Esta des responsabilización es, en ocasiones, peligrosa. Ya sea por la excusa del «con las hostias se aprende», o bajo la falsa premisa de «como a mí no me afecta, no digo nada», se dejan pasar verdaderas atrocidades. La última es la Ley de Garantías de Libertad Sexual.

Las leyes tienen un proceso de redacción y aprobación, y ese proceso es así por algo. Se ha escrito mucho y muy bien sobre todo lo que ha fallado en este proceso legislativo. Hoy quiero, y debo —y deberíamos todos—, incidir en la otra salvaguarda que ha fallado: la responsabilidad individual y colectiva.

La ley de «solo sí es sí» la ha hecho una serie de personas que, como se está viendo, son totalmente ineptas para ejercer cualquier cargo con una mínima responsabilidad pública. Gobernar —porque forman parte del Gobierno— no significa hacer lo que les venga en gana, sino trabajar para todos y cada uno de los ciudadanos. Pero, como digo, cuando uno rompe más cosas de las que arregla, es un inepto. Y no lo digo porque no comparta sus postulados políticos, sino porque tras la entrada en vigor de la ley, España es un lugar más inseguro. Violadores confesos van a ver como se les rebaja la condena, y los que están en ciernes verán que, si van a poder irse de rositas, ¿para qué cortarse?

Cuando se promueven cambios que, según todas las advertencias, pueden ser de este calado, se le tiene que frenar. No sirve lo de «así aprenderán», porque en estos casos quien se pega la hostia, pero de verdad, somos nosotros mismos, como sociedad. Y no nos lo podemos permitir. Por eso, no debería poder hacer cambios de tanta afectación «por el método abreviado», saltándose un debate de fondo de todo lo que conlleva esos cambios.

Y aquí entra la actitud pasiva del Ejecutivo (y los demás grupos que han dado su apoyo), que sospecho que puede no haber actuado con toda la buena fe que se le debería suponer, ya que ha permitido llegar a esta situación. Porque igual puede beneficiarle a nivel de partido, puesto que «así se pegan ellos la hostia». El PSOE lideró grandes cambios legislativos en el pasado —divorcio, aborto, matrimonio homosexual…—, y por eso se le supone cierto saber hacer las cosas bien. Y las cosas no se han hecho bien, por lo que en este caso no existe la irresponsabilidad.

Los políticos deberían dejar de querer ser como Su Majestad, cuyos actos no tienen responsabilidad alguna, y comportarse como lo que son: personas normales a las que se las ha elegido para liderar el país y tomar decisiones. Y por esas decisiones, el resto de los ciudadanos deberíamos responsabilizarles cuando toque. A unos por el estropicio que está causando, y a los otros por no haber impedido llegar hasta aquí.

Bon Nadal: 24 i 25 de desembre de 1914

Ni a Catalunya ni a Espanya se sol celebrar l’onze de novembre, el dia en què es va signar l’alto el foc que portaria el final de la Primera Guerra Mundial. Potser per la neutralitat en aquell conflicte, o potser per ser una celebració pròpia de països anglosaxons.

Personalment, mai m’havia interessat massa fins a enguany. Visitant França, Irlanda, Anglaterra o el Canadà, sí que em vaig fixar en els monuments i amb les ofrenes florals, amb les roselles descolorides. Però per mi, el final de la Primera Guerra Mundial sempre havia sigut el detonant de la següent. Com sempre, aquestes percepcions canvien amb el temps i l’interès que es posa en aquesta «percepció».

Posant interès i ampliant coneixement, hom descobreix la diferència entre «percepció» i «realitat» i que, més que «detonant», el Tractat de Versalles va ser una excusa barata. Però aquest tractat no és el tema del Dia de l’Armistici, perquè una cosa és el que es va acordar l’onze de novembre de 1918, i un altre tema molt diferent és el Tractat de Versalles, signat sis mesos després.

El tema important, la celebració, és el final d’un dels conflictes més absurds de la història humana. I tampoc va de l’absurditat de les guerres que marca la doctrina antimilitarista —per la qual, si a Catalunya fóssim mínimament coherents, ens portaria a celebrar aquest armistici in full regalia—. Va de la pèrdua de milions de vides en una guerra per conquerir trinxeres situades a cent metres de distància. D’una guerra sense cap mena d’objectiu que no fos avançar aquells cent metres.

Experts, no sortiu amb els temes d’estratègia militar, ni amb la importància o la conveniència de mantenir les posicions, ni de com els comandants van manegar els diferents fronts. Al seu moment potser tenia sentit per a ells, però amb el temps cada cop es veu més clar que va ser una absurditat tremenda. I una de les demostracions és que, avui, el concepte «guerra de trinxeres», o si es vol «guerra de desgast», s’associa a discussions i debats estèrils, en què totes les posicions opten per no retrocedir ni un mil·límetre en un debat qualsevol.

Aquella absurditat, aquest genocidi generacional perpetrat per tots els comandants del conflicte, s’ha retratat en un munt de pel·lícules. Una d’elles és «Joieux Noël», de 2005. Recorda l’alto el foc no oficial del dia de Nadal de 1914 en què, a diferents parts del front, els soldats van decidir deixar les armes i trobar-se en terra de ningú. Ens porta al front a prop de Lens, a les trinxeres d’alemanys, francesos i escocesos. Personatges principals, dos nois de prop de Glasgow que decideixen allistar-se i el capellà del poble que vol acompanyar-los; un tenor conegut alemany; i un lloctinent francès de família bé. La pel·li no cal explicar-la, convido als lectors a veure-la.

Experts, no insistiu a dir que no es mostra fefaentment el nivell de les trinxeres alemanyes i la desigualtat amb, per exemple, les franceses. La crítica ja va anar a aquest nivell de detall quan es va estrenar, i al final es perd el missatge: allò va passar, i al cap de breus dies, tots els batallons implicats es van desmantellar, i es va enviar als soldats als fronts més cruents —Verdun i el front oriental—, com a càstig.

Acusar a tots aquells milers de soldats de traïció, i, per tant, afusellar-los a tots, no s’entendria fora dels cercles militars. I menys encara si no s’explicava l’estratègia de les trinxeres —més incomprensible encara—. Per això se’ls va enviar a un escorxador encara més eficient on, segurament, tots ells van acabar morts aquell mateix hivern.

És un cop vista aquesta pel·lícula —o altres, com Paths of glory— que cal tornar a llegir de nou la poesia i les vivències dels que van viure la guerra. No només dels que van ser al front, sinó també dels que no hi van anar, però van patir aquell genocidi generacional terriblement absurd. És només després de ser conscients de tot l’horror que van comportar les trinxeres de la Primera Guerra Mundial que es pot comprendre de veritat The Wasteland, de T.S. Eliot, o la brutalitat amagada a simple vista de Suicide in the trenches, de Sigfried Sasoon.

«El Tema» del dia de l’armistici són els gairebé nou milions de soldats morts en aquella «Guerra per acabar amb totes les guerres». El «tema» de l’onze de novembre és recordar aquells soldats enviats a l’escorxador. Els joves enviats a la guerra dels vells. Els joves humils —i no humils— morint de gana i fred el Nadal de 1914 mentre la generació anterior seguia a casa, brindant amb xampany davant de galls dindi rostits.

El lema emprat a tota la Commonwealth, Lest we forget —perquè no ens n’oblidem—, és una petició a no oblidar els sacrificis del passat. A no oblidar els noms de gairebé tota una generació completa de nanos per tot el món que, al voltant dels vint anys, va acabar enterrada als camps i les trinxeres d’Europa, com escrivia John McRae a In Flanders fields:

We are the dead. Short days ago
We lived, felt dawn, saw sunset glow,
Loved and were loved, and now we lie,
In Flanders fields.

Pablo Casado y Castilla

Pablo Casado Blanco nació en Palencia. Antes de llegar a liderar el Partido Popular, fue diputado por Ávila en dos ocasiones. Pablo Casado es un buen castellano. Y como buen castellano, ejerció su castellanidad dirigiendo el PP desde él mismo.

Quiso hacer y deshacer a su antojo desde el centralismo director, y terminó defenestrado. Y no solamente eso, sino que al llegar al final de su caída, parece como si se lo hubiera tragado la tierra.

El Partido Popular y el ascenso y declive de Casado puede ser una buena metáfora para España. El ansia castellana de hacer y deshacer a antojo, sin escuchar a nadie más, al final tensa tanto las cosas que provoca rotura y ruptura.

Sin embargo, cuando desde los centros de decisión se da libertad para que se actúe según el criterio de cada región, que por estar presentes en el terreno tienen más datos y presencia, la cosa fluye y no se rompe nada. Vean Castilla y León, Madrid y Andalucía. No se ha roto nada. Justo al contrario.

España no se va a romper si no se sigue intentando dirigir todo desde la óptica y concepto castellanos, centralistas e intervencionistas, unificadoras al fin. La unidad, a veces, no necesita unificación. Lean Fuenteovejuna, pero lean de verdad, y comprendan. Aprendan porque “Fuenteovejunica lo mató”, al Comendador. Aprendan porque fueron todos a una.

Lo decía Maragall en 1902: Castilla debe ceder el cetro, y las regiones pujantes, como Andalucía —esto no es de Maragall, sino mío—, deben recoger el relevo y llevar España hacia adelante. Hoy, lo único que puede romper a España son la sordera y la ceguera castellanas, y el hiper centralismo de la Corte.

Comentario a tres columnas de prensa: naftalina, reciclaje y presentismo barato

Final de agosto. Mientras algunos esperamos aún “lo de Gibraltar”, que parece que no llega, somos pocos los que leemos el periódico. Las diferentes cabeceras van cargando más o menos relleno y, por eso, el verano acostumbra a ser una oportunidad para aquellos autores que, durante el año, no tienen tanta presencia.

No ha sido así este último fin de semana de agosto, en el que hemos tenido primeros espadas, o los titulares, o los pesos pesados o cualquier símil con cualquier deporte o manifestación cultural. Vamos, gente que escribe por profesión, a la que se le supone cierto bagaje, experiencia y capacidad.

En El País del domingo 28 de agosto, Elvira Lindo firmaba una columna sobre la ley de libertad sexual, como se han escrito muchas en los últimos días. La cosa es que a Lindo parece que se la ha comido su personaje de progre ochentera, de “¡Olé tus huevos, Felipe!” y chaqueta de pana que huele ya a naftalina. No solamente por sus menciones al destape, sino por recordarnos, una y otra vez, el dichoso tema de los crucifijos. Nos lleva al lugar común de “lo antiguo, lo rancio, es tener crucifijos en la cabecera de la cama”. Y sí, es tan rancio y antiguo como que ya lo decían los de la PSOE de los años 30. A ver si va a ser que el olor a naftalina rancia nos llegue de las chaquetas de pana.

No contenta con esto, la autora tira de esas técnicas y recursos literarios que pretenden dar gato por liebre: poner el verbo al final de la frase. Lo hace en dos ocasiones, la peor de todas en este párrafo:

Es curioso cómo de pronto un hecho provoca una respuesta colectiva, una toma de conciencia, que deriva en protesta, que se convierte en clamor, que presiona a la clase política, que transforma el lenguaje legislativo y moderniza la actuación del aparato de la justicia. En mi opinión, es esta una ley transversal; siendo mayoritariamente mujeres las afectadas, confío en que muchos hombres, cada vez más, entiendan que a todos favorece.

Dejando de lado que en la primera frase —de cuarenta y cuatro palabras y cuatro comas— hace mención específica y literal a la cultura woke —una toma de conciencia—, ese “entiendan que a todos favorece” al final haría las delicias —es decir, los horrores— de, por ejemplo, Miguel de Unamuno, que en diferentes ocasiones retrata a quienes usan ese recurso para hacer ver que saben escribir.

Cambiamos de autor, pero no de publicación. También el domingo, pero en el suplemento El País Semanal. Juan José Millás escribe una especie de microrrelato, a raíz de una foto que muestra una calle, con aspecto muy rural. Millás hace un ejercicio descriptivo, poético, hasta metafórico, de la calle.

El extranjero auténtico es aquel que sucede en el interior de los paisajes cotidianos cuando logramos que se vuelvan extraños.

Es muy bonito, poético y hasta metafórico, pero en realidad no quiere decir nada. Luego sigue:

La calle de la foto nos resulta familiar porque hemos visto cientos o miles parecidas, pero al mismo tiempo está llena de misterio.

A mí, la calle también me pareció familiar, pero no por haber visto una parecida, sino porque vi exactamente la misma foto en otro reportaje, en el mismo suplemento, no hace ni dos meses. La lástima es que ya tiré el ejemplar, y en la web de El País no encuentro el artículo. Sea como sea, da la impresión de que se pagó un dinerito por el uso de la imagen, y había que amortizarla.

Y ya como último ejemplo, cambiamos de acera y nos vamos a la edición de ABC del pasado lunes 29 de agosto. Concretamente, a la primera página, a un artículo de Pedro Fraile Balbín, Catedrático de economía –le acompaño en el sentimiento– de la Carlos III. Se titula “Los regeneracionistas, otra vez” y, en él, Balbín lanza una perorata sobre la tontería que es intentar regenerar España con las ideas. Dice que nos dejemos de tonterías y que nos concentremos todos en “regenerar la libertad de mercado y las instituciones que lo sustentan.” Como Umbral, Balbín viene a hablarnos de su libro, que para eso es Catedrático de Economía. Les dejo la cita entera aquí.

Balbín, a su vez y para apoyar su tesis, cita un artículo de Benito Arruñada, también Catedrático de Organización de Empresas –para que luego digan que las ciencias sociales son una máquina de titulaciones absurdas– en la Pompeu Fabra. El problema es que tanto Balbín como Arruñada son de ciencias, y claro, pasa lo que pasa —les queremos igual—. Lo que no se le puede perdonar a Balbín es que se equivoque en algo tan sencillo como una resta.

Si leen con atención, el Catedrático de Economía comenta escritos de diferentes intelectuales, para luego decir que esos intelectuales ignoraban, cuando no despreciaban, el análisis económico, lo que les impedía hacer conocer y analizar “nuestra” realidad social. Balbín, que cita obras escritas entre 1890 y 1911 —como el Idearium español de Angel Ganivet de 1895, que Unamuno rebatría luego de forma magistral—, se queja de que los autores citados desconocían las mejoras profundas hechas en los 50 años anteriores a 1936.

1936-1890=40, Catedrático Balbín. Las obras citadas nunca podrían hablar del resultado de un desarrollo económico que se produjo después de escribirlas. Aún cuando el artículo de Ortega se escribió 25 años antes de 1936, dudo mucho que ni Balbín ni ningún coetáneo, Catedrático o no, conozca mejor la situación de la meseta castellana de esos años que aquellos que la visitaron o incluso habitaron. Uno de ellos fue, de nuevo, Unamuno, que relata no solo la pobreza de su suelo, sino las migraciones de sus habitantes, que tenían que dejarlas por no poder sacar buen rendimiento.

Balbín —y Arruñada, del cual me he leído el artículo, también, del cual hablaré en otra ocasión— practica ese error tan y tan común que es el “presentismo”. Esto es, hablar de las cosas del pasado con el conocimiento que tenemos hoy sobre las mismas. Y no solamente eso, sino que basan su crítica en obras escritas antes de hecho que sustenta su teoría. Si hubieran leído a Larra, podrían usar mejores citas. Pero es que son Catedráticos… que le vamos a hacer.

Así pues, señoras con chaqueta de pana en el verano más caluroso de los últimos chorrocientos años, poniendo verbos al final de la frase; escritores que re-aprovechan fotos de stock con metáforas vacías, y Catedráticos haciendo trampas y quejándose de que unos señores escribían sobre el presente sin saber aquello que sucedió en el futuro.

Luego, que si la prensa escrita está en crisis…