
Desde el pasado 1 de marzo, en China se aplica la primera ley del mundo que regula los algoritmos de internet. Y esto es de una importancia primordial. Se ha llegado a un punto en el que los algoritmos y los sistemas de recomendación controlan la mayor parte de, por no decir toda, nuestras vidas digitales. También muchos fragmentos de la vida que nos queda cuando apagamos el teléfono o el ordenador.
Hay mucha gente que sabe mucho más que yo, así que no voy a repetirme y explicar por qué lo de los algoritmos es una mala idea. Lo que haré es comentar brevemente, aprovechando un artículo de Alberto Romero, algunos de los aspectos de esta ley.
Tengan en cuenta que el original, en chino, se tradujo automáticamente al inglés, y yo hago la traducción al español. Todos los artículos comienzan con la frase «Los proveedores de servicios de recomendación algorítmicos».
Artículo 13: «…no generarán noticias falsas sintéticas, ni las diseminarán…»
Hoy en día, cuando ya sabemos que algunos sistemas de escritura automática —lo siento, pero aún me niego a llamarlo inteligencia artificial— ya pasan el Test de Turing, y que hay algoritmos que nos mantienen debatiendo entre nosotros, o con bots, que esto de la fabricación y distribución —y la amplificación— de estas noticias falsas sea punible por ley de forma explícita, es un gran paso. Imaginen que esto hubiera existido en 2016, durante la elección de Trump.
Artículo 14: «…no utilizarán algoritmos para registrar cuentas falsas, cuentas por transacciones ilegales, manipular cuentas de usuarios, o comentar, hacer favoritos o reenviar de forma falsa…»
La proliferación de cuentas falsas, con el fin de generar y amplificar discursos concretos, plantea hoy en día un problema sobre el funcionamiento de la democracia en muchos países, de los que España no es la excepción. La política catalana tampoco se escapa, y hablé de ello la semana pasada.
Pero no únicamente hablamos de la política, sino de la economía. Buscadores de precios, sistemas de recomendación… todo es presa de algoritmos que aprovechan tu historial de compras o visitas para mostrarte ciertos artículos a un precio más barato, a menudo por debajo del precio de coste, y así quebrar otros comercios. Y no hace falta decir nada de los sistemas de «review» de cualquier producto o servicio, plagado de comentarios falsos. Ya para aprovechar comisiones, o bien para hundir a la competencia.
Artículo 17: «… proveerán a los usuarios de opciones no personalizadas a sus características, o proveerán a los usuarios de una forma adecuada de desconectar el servicio de recomendación…»
Por último, el artículo clave: un botón que permita apagar el algoritmo, y poder disfrutar del servicio de la forma que uno prefiera.
Que esta ley tenga que llegar de China, paradigma del control totalitario, tiene narices. Sin embargo, es un modelo que habría que importar rápidamente en nuestro país. Una ley como esta, en vez de andar legislando por decreto para repartir partidas presupuestarias, sería algo muy bueno y bienvenido.
En el mundo hiperdigitalizado de hoy, una ley que regule los algoritmos a favor de las personas es ya no necesaria, sino imprescindible.